Observando un horizonte cristalino e inocente, un horizonte que conlleva a un futuro inaudito e incoloro... Un horizonte que ha perdido su naturalidad... Un horizonte que se torna azul... Un horizonte triste y solitario... No hay sombras, no hay oscuridad... Nada puede opacar nuestro hermoso y azulino horizonte... Nada... Ni la amargura de la ciudad... Ni el dolor de los más débiles... Ni el sufrimiento de los más pobres... Ni las miradas de las razas menores... Por un segundo al mirar más allá se puede olvidar el sufrimiento, el dolor, y el pecado nocturno de la ciudad, de mi ciudad... Observemos más allá... Mirando la cultura envejecida y tierna en un degradé de colores... En una variación de la roza natural... Miremos más allá de ese horizonte que nos separa del abismo... Miremos el horizonte, mi horizonte azul...
martes, 20 de febrero de 2007
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